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Relatos porno: La chinita Liu

23-04-2011 - Publicado por admin

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A esta linda chinita llamada Liu la conocí en 1993, cuando fui su Profesor del Sexto Grado de Educación Primaria, y ella tenía aproximadamente 11 años; pero, no volví a verla sino hasta el pasado lunes 07 de febrero de 2005, cuando postuló para ocupar una vacante en el Departamento de Computo de mi Centro Educativo. Al comienzo no la reconocí; pero, luego de que la contratara se identificó y ambos quedamos felices por habernos reencontrado.

Inicialmente procuré evitarla porque no quería que sus frescos 23 años me recordaran que cada año me vuelvo más viejo; sin embargo, no fui ajeno a la belleza y atracyivo de mi ex alumna…


Liu me cautivo durante la velada del viernes 06 de mayo, cuando presentó -como parte del espectáculo- un número musical en el que interpreto “Te Siento” de Floricienta. La textura de su voz y sus gráciles movimientos encantaron a todos y me robó el corazón más aún cuando antes de subir al escenario se acercó y me dijo secretamente “Esta canción es sólo para usted”. A pesar de que por entonces estaba involucrado con Gabriela, no dejé de prestarle atención y sentirme halagado. Y me halagó mucho más cuando el viernes 24 de junio; fue ella quien organizó el almuerzo que me ofrecieron los trabajadores por el día de mi cumpleaños.

Después de esto vino el escándalo con Gabriela que terminó con mi matrimonio y cuando se hizo publica mi separación conyugal con Angélica, fue Liu una de las pocas que no me juzgó y que mas bien me tendió su mano amiga.

Yo por entonces ya me sentía atraído por la esbelta figura de Liu y por sus achinados ojitos orientales; además, era obvio que ella por alguna razón también se sentía atraída por mí. De otro lado lo de mi matrimonio no tenía visos de solución y a Gabriela la habían enviado a varios kilómetros de mí y; como no soy de aquellos que sufren con la que pudo ser y no fue y lloran sobre la leche derramada o ahogan sus penas en el fondo de los vasos decidí afinar mi puntería hacia mi ex alumna Liu y no descansar hasta “comerme” ese delicioso chifa convertido en mujer… y vaya si me lo comí.

Mi plan de seducción no tardó en iniciarse y aprovechando que el miércoles 06 de julio se celebra en el Perú el Día del Maestro y yo estaba “solito”, la invité a cenar y ella aceptó para no verme triste, pues, no hay mujer que se resista a desempeñar el papel de madre protectora que le gusta consolar. Fue así que a eso de las siete de la noche estaba frente a su puerta para nuestra primera cita y fue el inicio de una serie de salidas que terminarían dando sus frutos el jueves 28de julio.

Ese día se celebraba en Mosefú, un pueblito de agricultores y artesanos, ubicado a pocos kilómetros de Chiclayo (lugar en el que resido); una Feria Turística a la que llaman FEXTICUM, y hacia allá nos dirigimos esa mañana. Disfrutamos del ambiente folklórico y festivo de los poblareños y acabamos almorzando una comida típica del lugar, luego participamos de un festival de danzas y terminamos el día cenando comida china y bailando en una discoteca abarrotada de gentes ya que ese día es el aniversario patrio. A mitad de la noche empezó a sonar los compases de “Te Siento” –la cancioncilla de Floricienta que Liu interpretó y me dedicó en aquella actuación- y no perdí la oportunidad de gastarle bromas al respecto mientras bailábamos abrazados; eso la avergonzó un poco y al ver que yo no dejaba de hacerle chacota, sorpresivamente selló mis labios y controló mis movimientos con un inesperado beso que confieso me dejó perplejo por unos segundos; pero, reaccioné a tiempo y sin dejarla separarse correspondí a su caricia bucal y añadí suaves masajes a su espalda aprovechando que bailábamos abrazados. Sentí entonces que bajo mis pantalones mi pene se evidenciaba cada vez más y ella no tardó en notarlo sobre su vientre, pues, inmediatamente se aferró a mí para indudablemente sentirlo y al tiempo emitió un gemido delatando su excitación de novata. Yo, “zorro viejo” en aventuras amorosas la guié hasta nuestra mesa y apoyándola sobre su espalda en una especie de sofá, besé sus labios apasionadamente; mientras colocaba mis manos en las zonas que vulneran el cuerpo de toda mujer casta; sin embargo, para mi sorpresa algún escrúpulo oculto de su niñez afloró y sin mediar excusa me reprochó diciendo “!¡Profesor, que estamos haciendo!”, se levantó de prisa y abandonó el lugar; mientras yo aturdido le daba alcance. Finalmente aceptó que la llevase a su departamento y sin cruzar palabra llegamos el edificio en donde vivía. Abrió la portezuela y la vi alejarse con claras intenciones de llorar. Yo no dije nada y me conduje pausadamente a casa intentando averiguar que hice mal o si acaso mi suerte con las chicas me empezaba a abandonar; pero, mis cavilaciones fueron interrumpidas por el timbre de mi móvil avisándome un mensaje de texto que decía “Te necesito esta noche. Liu”. Viré de inmediato y antes de lo pensado estaba frente a su puerta y al primer toquido me abrió como si hubiese estado esperándome por detrás .

Habían transcurrido quizás mas de treinta minutos desde que nos habíamos despedido y su actitud había dado un giro de 180 grados, pues, en cuanto me vio rodeo mi cuello con sus brazos y regaló a mis labios un beso profundo y apasionado que no dejaba dudas a lo que ocurriría instantes después; por lo menos así lo creí en ese momento. Sin embargo, estaba a punto de reafirmar mi hipótesis de que la mujer es el ser más delicioso que existe sobre la Tierra; pero, también el más difícil de comprender.

Por unos instantes me separé de ella y deleité mi vista con su imagen tierna y apasionada. Mi alumna de once años era ahora una hermosa jovencita de casi veintitrés primaverales años que lucía frente a mí su excitante cuerpo cubierto hasta el momento con una fina bata de seda rosada que había estrujado recién al sentir sus labios sobre los míos; mientras mis manos se posaron sobre su delicada espalda y sus apetecibles nalgas.

Liu era una hembra de aspecto dulce y apasionado, de poco más de un metro sesenta de estatura, con la piel blanca y el cabello negro como buena descendiente de chinos, su aspecto era frágil, sus ojos marcadamente rasgados y sus labios tan finos como si estuvieran dibujados. Sus formas eran como me gustan, todo en su sitio y exquisitamente armonioso. Delgada, delicada y sexy. Sus pechos eran como dos conitos de dulce de fiesta infantil, pequeños, redondos y escrupulosamente erguidos. Su talle firme como una escultura griega en el que destacaba su fina cintura; y, sus caderas un tanto estrechas que enmarcaban un pequeño; pero, bien formado culito con un `par de nalgas bien carnosas y ajustadas entre sí que aunque pasaban desapercibidas ya habían captado mi atención y habían protagonizado más de un sueño erótico en mis horas de soledad en las últimas semanas.

Ahora estaba frente a mí, a escasos centímetros de mi cuerpo y me extendió su mano y me guió unos metros hasta su recámara iluminada apenas con la escasa luz de una lamparita de noche. Llegados a aquella pequeña recámara y vi asombrado como mi “inocente” ex alumna se despojaba de la bata para obsequiarme la maravillosa visión de su juvenil cuerpo casi desnudo que entonces desbocó mi apetito sexual. Sí, que piernas mas ricas tenía esta chica estaba deliciosa. Las tenía cubiertas por un par de medias rojas de encaje que me enloquecieron y me abalancé literalmente a ellas obligándola a retroceder hasta termina acostada en su cama. La fui despojando de todas sus prendas íntimas; pero, al llegar a sus medias me pidió que no y como no era el momento para discusiones caprichosas accedí y procedí a dejar que mis labios y manos disfrutaran de la tibia y suave piel oriental de Liu, la primera chinita a la que iba a hacerle el amor.

Mis labios dieron a los suyos besos apasionados, llenos de fuego y lujuria; mientras mi diestra se adueñaba de su conchita pequeña y tibia como si se tratase un pollito recién nacido. Aquella experiencia fue muy excitante, pues, su sexo alcanzaba cómodamente en la palma de mi mano, era más que pequeño. Palpitaba bajo una tercera parte de la palma de mi mano con toda energía; pero, era increíblemente diminuto y sin el más mínimo rastro de vellosidad; como si fuese el sexo de una niña puesto en el cuerpo de una mujer.

Eso provocó que mis besos fueran más encendidos y que mi mano masajeara cada vez con mas desesperación aquella chuchita china a la que estaba ansioso de explorar con mis labios y mi verga. En cuestión de segundos me desvestí quedando sólo cubierto por una trusa negra que delataba con claridad mi tremenda erección; pero, ella entonces no la advirtió por la poca luz, porque mantenía sus ojos cerrados y porque de inmediato la jalé de sus piernitas al filo de la cama y coloqué mi rostro frente a esa deliciosa y rosadita “presita” oriental que ya emanaba ese aroma a virgen arrecha, inconfundible para mí; y comprobé cuán diminuta tenía su chuchita antes de empezar a devorarla a besos y lengüetazos. Liu reaccionó de inmediato defendiendo inútilmente su intimidad (todas las vírgenes lo hacen); pero, pronto le encontró el gusto y se dejó arrastrar por las delicias del placer. Hurgué con mucho tino en su humedad femenina hasta que finalmente se asomó con timidez un diminuto botoncito, tan pequeño como la cabecita de un alfiler que sin lugar a dudas era su clítoris. No sólo por la posición; sino, porque al estimularlo con mi lengua provoque que estrujase mis cabellos y que elevase sus caderitas hacia arriba hasta que estallo en una descarga de abundantes jugos vaginales que bañaron mi rostro impregnándome del olor de su sexo. Mi ex alumna acezaba increíblemente después de aquel estallido vaginal que supuse fue su primer orgasmo y decidí aguardar a que se recuperarse y me adueñé de sus dos tetitas y las estimulé lamiendo y masajeando sus dos rozados pezoncitos que elevados como dos lancitas se volvieron mas sensibles a mis caricias. En ese momento de equilibrio aproveche para quitarme mi última prenda con la ilusión de recibir una buena mamada; pero, la sorpresa fue mía cuando al ver mi verga frente a su rostro exclamó evidentemente sorprendida -“¡Es grandota!”-; sin embargo, pasado el impulso inicial agregó -“¡Es la primera vez que veo una! … esta rica…y usted… crees ¿qué me entre?”- y respondí –”Claro, te va a gustar” -; pero ella reaccionó de modo inesperado para mí acurrucándose en su cama y exclamó “¿No, no puedo!”. Sentí entonces que todo se me escapaba de las manos y le reclamé “¡Liu!¡Mira como estoy!”- mostrándole mi verga erecta, en un acto desesperado e infantil; pero, no pensé en nada, bajo ese estado y en esa situación si quería podía hasta rogarle o bailarle la Danza China del Dragón, completa; pero, tenía que follármela aunque para ello tuviese que violarla. La noche; sin embargo, me tenía reservada aún algo mejor. Después de un prolongado silencio añadió: “Si te ofrezco mi pancito (esto lo dijo dándome la espalda y cogiéndose las nalguitas), ¿Me dejaría virgen mi cuquita?”- su ofrecimiento me dejó sin palabras. Definitivamente esta niña no sabía de que hablaba y lo comprobé cuando acotó –”Porque por aquí no duele ¿verdad?”- y yo cínicamente respondí “pues,… claro que no”. Y sin darle tiempo a retroceder me situé tras suyo y mientras besaba sus labios, su rostro y su cuello; magreaba alternadamente sus senos y sus glúteos evidentemente excitado. Pronto su calentura se elevó extraordinariamente y descendí con mis besos y caricias hasta su suculento trasero al que ella había bautizado como “pancito” aquella noche.

Una vez ubicado no perdí tiempo y se lo ensalivé adecuadamente usando labios y lengua, sin decidirme a utilizar los dedos por temor a lastimar tan estrecho esfínter; así que, colocando mi lengua de punta simulé follarle el ano cuidadosamente. Aquel juego de mi lengua sobre el orificio de su culito pareció excitarla mucho, pues, sus gemidos se acentuaron y echo sus traserito para atrás al tiempo que se separó las nalguitas para facilitar mi labor. Esta técnica de dilatación la prolongué por varios minutos hasta que me decidí a “castigar” aquel orificio anal con la rigidez de mi falo. No quería perderme su expresión de su rostro así que la coloqué frente a mí y acostada sobre su espalda, cogí sus piernas y doblándolas hacia su pecho la obligué a elevar el culo hasta que su pequeño anillo estuvo frente a mi verga. Primero lo unté con mi saliva y luego lo coloqué a la entrada de su huequito, abriéndose paso entre sus dos cachetitos, así comenzo mi cruenta labor.

Yo sabía que aquella pose no favorecería mucho la desfloración de su culo; pero, era la primera vez que me follaba a una ex alumna; además, nunca había estado con una chinita y quería disfrutar viendo la expresión de su rostro mientras le taladraba “su pancito” con mi verga. En esta postura mi pene empezó a presionar sobre aquella diminuta abertura que quedaba entre sus blancas y pequeñas nalgas y al hacerlo el rostro de mi joven amante revelaba el dolor cada vez que mi erecto aparato ganaba un milímetro de espacio en su castigado trasero. No tardo en empezar a suplicarme que la dejara porque le dolía y sentía que le partía el culo en dos; pero, yo ya estaba acostumbrado a esas palabras en otras chicas; aunque sabía que en este caso el proceso tardaría más por lo estrecho de su esfínter y por supuesto que el dolor sería más intenso que en otras vírgenes; sin embargo, hice oídos sordos a sus ruegos y continué con mi placentera tarea aprovechando que Liu –gracias a esa pose se encontraba literalmente inmovilizada.

Mi chinita ex alumna ni siquiera había sospechado lo que le costaría albergar mi verga en su traserito cuando me lo ofreció; pero ahora si que lo estaba “descubriendo”. Sus lloriqueos y lagrimones no cesaban ya y pronto me di cuenta que me estaba portando como una bestia y que aquel encantador culito no merecía tal castigo así que le ordené tomar aire profundamente y cuando lo hizo su esfínter se distendió y simultáneamente presioné logrando que mi miembro se alojase por completo en lo más intimo de aquella encantadora mujer. Sus músculos anales volvieron a comprimirse, estrangulando literalmente mi falo provocando nuevamente un intenso el dolor a ella y a mí; entonces le increpé que no dejase de respirar y me obedeció por fortuna para mi miembro, dentro de aquella caverna anal parecía estar siendo arrancado de mí. El efecto de la respiración funcionó al igual que en un parto y aquel culito chino aprendió desde ese momento a gozar con una tremenda polla adentro de sí. A partir de allí todo resultó más fácil y mi linda chinita empezó a gemir de placer con cada metida y sacada de verga desde el fondo de su cachetón culito hasta afuera; pero, no iba a quedarme con las ganas de hacerla mía por completo y de recordarle que como su maestro aún tenía mucho por enseñarle; así que enfilé hacia su despoblado coñito y -repitiendo el ejercicio de respiración- afiné la puntería de mi enhiesto falo sobre la entrada de su chorreante orificio vaginal y perforé de un solo esfuerzo la delgada membrana de su virginidad causándole acaso un mínimo dolorcito traducido en un casi imperceptible “¡Ay!” que escapó de sus rojito y finos labios.

No saben que placer siento al recordar todo esto, pues, vi en primer plano el rostro de aquella linda mujercita china recibiendo mi polla por sus dos agujeritos del placer y gozar –después del dolor- como una verdadera zorra.

Aquella noche mi verga se paseó por su vagina como un niño se pasea corriendo sin parar en un parque de diversiones. Lo hicimos a tal velocidad que por fortuna la llevé al orgasmo mas profundo y delicioso al que haya llevado a otra mujer. Para entonces sus jugos habían inundado el surco estrecho que separa a sus dos carnosas nalguitas; así que decidí regresar a su culito y mi verga entró con menos dificultad y cuando estuvo bien acomodada en ese acogedor orificio le di gusto a nuestra pasión y la conduje a un nuevo orgasmo no menos intenso que el anterior; pero, esta vez fue compartido, pues, simultáneamente a sus contracciones espasmódicas de los músculos de su culo descargué todo el semen contenido fruto de aquella sesión de placer en medio de nuestros alaridos que reflejaban lo que estábamos sintiendo. Al sacar mi verga contemplé a Liu despatarrada sobre su cama y vi a sus dos agujeritos dilatados, enrojecidos como el nácar y brillando como dos diamantes; y me sentí feliz de haber hecho mujer a aquella niña que conocí.

Al día siguiente despertamos juntos; ella con una incomoda ardencia en su anito y en su coño y yo con un mortificante dolor en la base del pene; obligándonos a estar en reposo algunos días. No era para menos esa chinita había estado bastante estrecha.

Convivimos algunas semanas hasta que al finalizar septiembre viajo a Argentina con su madre para cumplir ciertos trámites familiares por seís meses que deben cumplirse este próximo mes de marzo.

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