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Relato y video porno: Trio con lolita

09-10-2010 - Publicado por admin

En el sexo todo esta permitido si ambos participantes están de acuerdo, y eso definitivamente lo compartía con Anita y por supuesto, con Julio. Ella y yo habíamos tocado el tema con sinceridad, quedando claro que ambas podríamos disfrutar de Julio, sin restricciones y con entera libertad para unirnos en trío, cada vez que así lo deseáramos, bien sea que ella llegara y nos encontrara a los dos o que fuera yo quien llegara y los encontrara a ellos. Y como conocía a Julio, y sabía como era mi nueva amiga, no tuve la menor duda que estos dos iban a tener sexo sin tregua en la oficina y fuera de ella. Me estremecí imaginándomelos buscando el momento y el lugar para tener sexo…

… en el trabajo o en mi apartamento y yo encantada uniéndomeles al “sorprenderlos”. Sabía que con Anita y Julio me esperaba más placer del que yo pensaba que se podía sentir, y deseba sentirlo más, mucho más, porque había experimentado nuevas sensaciones que me habían abierto un mundo fantástico. Me sentí feliz de solo pensar en eso. Y decidí tomar la delantera en el asunto y facilitar más las cosas. Sentí a Anita detrás mio con sus manos en mis caderas. Me acarició el pelo y la cara con suavidad y ternura. Me giré hacia ella y me besó en la boca con un beso cuidadoso, cariñoso y me apretó fuerte con sus brazos. Respondí a su beso con mi lengua buscando la suya con agilidad. Rozamos las dos puntas con pasión. La miré a los ojos. Estaba muy linda. Al observarla comprobé una vez más, que una mujer bien culeada se pone más hermosa. “Nena”, -le dije en un susurro lo suficientemente fuerte para que Julio escuchara-, “espero que no te moleste atendernos a los dos por separado o simultáneamente”. Me regaló una sonrisa divina. “Para nada Dina,”, – dijo radiante- “he fantaseado con eso, desde que conocí a Julio y ahora contigo”. Nos besamos de nuevo en la boca y nuestras lenguas se buscaron apasionadas. “Perfecto”, -agregó Julio levantándose- “pero no quiero el simple sexo: Quiero provocación, insinuación, erotismo, sensualidad y sexo duro”.

“Mmm, todo eso me encanta”, -dije yo- “y se que a Anita también. Estás de acuerdo nena?”, -le pregunté a mi amiga, acariciándole la cara. “Creo que Julio me conoce muy bien”, -respondió ella riéndose- “porque todo lo que el acaba de decir que quiere, a mi me fascina”. “Muy bien nené”, -comenté yo mirándolo- “siendo así, que te parece si empiezas definiendo que quieres que se ponga Anita para ir a la oficina mañana?”. “Ah, eso lo tengo muy claro”, -respondió Julio terminándose de colocar el pantalón y fijando su mirada en nuestra amante- “la tanguita hilo dental de color blanco más pequeña que tengas, la falda color palo de rosa que usaste para tu grado, con una blusa blanca, medias veladas color mate y los zapatos negros de tacón medio”. Anita y yo nos miramos complacidas. “Pues vamos a mi cuarto y alistemos de una vez todo”, -dijo ella emocionada. Ambas nos levantamos de la cama y nos miramos en el espejo. Nos veíamos muy lindas una al lado de la otra, intentado cada una arreglarse los panties, porque los teníamos ambas metidos en nuestros sexos. Sentí el olor penetrante del sexo, más fuerte, más intenso, delicioso. Julio ya vestido, abrazó a Anita y le dio un beso en la boca al que ella respondió con avidez. “Te espero mañana bien divina para mi”, -le dijo sin soltarla. “Tengo varios sitios de la oficina pensados para que me claves”, -le dijo ella. “Dina, mañana quiero que te pongas la tanguita blanca que tiene el encaje por delante, la falda gris ajustada con la que fuiste al matrimonio de los amigos de Mauricio y medias veladas oscuras. Las stay up que te llegan a mitad de muslo que me gustan”, -me ordenó él mientras me sobaba las nalgas. “Qué vas a hacer mi amor con dos putas insaciables como nosotras?”, -le pregunté abrazándome a él. “Culearlas y satisfacerlas en todo, mi vida, así tenga que conseguir ayuda…”, -dijo él respondiendo a mi abrazo y mirándome con picardía. “Gracias por este día. Te amo”, -me dijo besándome y salió.

Ambas nos miramos y sonreímos con coquetería porque entendimos a que se refería. El tema de otro hombre, de otra verga, de un cuarto participante, había quedado planteado durante la sesión de sexo de ese día. Así como estábamos, solo en calzones, nos fuimos para la habitación de Anita y alistamos la ropa que le había indicado Julio. Nos besamos y aprovechando que el tema había sido referente hoy, le pregunté: “Entonces te animarás a hacerlo con dos hombres a la vez?”, le dije de una. Yo sabía su respuesta. La sentía. La deducía. Además, cuando Julio la tenía clavada por el culo y yo insinué otra verga para su boca, me miró, con esa mirada de sorpresa agradable, que tenemos cuando algo que deseamos esta a nuestra disposición. Además, si Anita y yo teníamos tantas cosas en común, un trío con dos hombres no podía ser la excepción. Si ella era como yo sexualmente, claro que sabía su respuesta. Pero me excitaba escucharla, que me lo dijera. Sus ojos se abrieron y brillaron al responder. Afirmó con la cabeza y noté sus pezones más paraditos y más erguidos. “Claro que si”, -dijo con voz excitada y relamiéndose los labios. “Pero ya lo has hecho?”, -quise indagar. “No”, -dijo respirando con dificultad- “pero me muero de ganas de hacerlo. Me he masturbado fantaseando con tríos y orgías. Que mujer no lo ha hecho? En algún momento todas hemos pensado en tener varios ejemplares a nuestra disposición” –sentenció firmemente. Yo estaba nuevamente arrecha, muy excitada y tomé su cara con mis dos manos y recorrí sus labios con mi lengua, despacio, saboreando, buscando provocarla. “Que rico porque ya somos dos. Esa es mi otra fantasía”, -le dije buscando su lengua con pasión. Ella respondió a mi beso, pero inmediatamente agregó con sorpresa: “No puedo creer que Julio no haya hecho nada al respecto”. Me detuve a observarla y le acaricié la cara de nuevo. “No nena, por el contrario”, -dije con tranquilidad- “él ha sido el más interesado en hacerme realidad esa fantasía desde que empezamos a salir. De hecho, una de las razones de que me haya regalado a Mancho fue la de que me preparara para manejar dos penes simultáneamente”.

La fantasía de estar con dos hombres la empecé a tener desde la universidad, pero siempre, por esa pena pendeja de las mujeres de no decir lo que sentimos o deseamos en el aspecto sexual, para evitar ser estigmatizadas como putas o degeneradas sexuales, no me atreví a confesarla a ninguna de mis parejas. Estamos como condenadas socialmente a negar en público lo que nos hace gozar en privado. Solo dos compañeras de curso, en charlas de mujeres y ante la mirada atónita de unas o la exclamación hipócrita de descalificación de otras, se adentraban en estos terrenos y confesaban su deseo de un trío con dos tipos. Ninguna de mis parejas se preocupó por indagar sobre mis fantasías sexuales. Me casé y la fantasía continuaba presente y sin miras a realizarse, menos aún en mi nueva condición de señora. El matrimonio no funcionó y llegó Julio. Siempre estuvo ahí, porque era el esposo de mi hermana mayor. Siempre lo deseé y era el eje, el protagonista de todas mis fantasías sexuales. No importaba si tenía novio o ya estando casada, siempre que me masturbaba, Julio estaba ahí, complaciéndome en mi mente. La semana en que por fin empezamos a desahogar toda la pasión contenida por tanto tiempo (para mi fue la mejor sorpresa de mi vida saber que yo era el tema de las fantasías sexuales de él), se interesó por mis deseos, me preguntó por mis fantasías sexuales. Sin pena, gracias a la confianza que me hacia sentir, le confesé que deseaba estar con dos hombres al tiempo. Le encantó. Toda esa semana me clavó delicioso y confirmé que él era la mejor elección de mi vida. Durante la semana siguiente me regaló a Mancho y empezamos a ensayar: Me clavaba y yo chupaba el juguete. O al revés: Yo me metía el juguete y mamaba el pene de Julio. Incluso practiqué doble penetración. El me exhortaba a que hiciéramos el trío, pero yo no me decidía. “Quién sería el tercero?”, -me preguntaba yo con preocupación.

El proponía nombres y yo los descartaba. No sabía si escoger un desconocido o alguien conocido. No sabía si dejar que el “escogido” me cogiera por el culo o no, teniendo en cuenta que Julio, tenía un claro sentido de propiedad de mi culo que me hacía sentir más suya. Esta última duda me la resolvió en un minuto. “A mi me encantaría verte clavada por el culo”, – me dijo. Su respuesta acrecentó mi excitación y mi deseo. Pero lo cierto es que no me decidía. Todo eso se lo conté a Anita que escuchó con atención. “Cuéntame más”, -dijo coqueta y cogió mis manos para llevarlas a sus tetas. Empecé mis caricias en sus pezones y me animé a decirle: “Por eso te pido que seas tu quien haga el trío primero y que me dejes verte”, -le dije. Mi amiga cogió mi mano y la llevó a la altura de su cara. Empezó a chuparme un dedo y luego otro, sin dejar de mirarme. “Mmm, me parece buena idea”, -dijo congestionada- “y quiero que filmes como los provoco, los excito, los hago míos. Y si te dan ganas de unírtenos, que conociéndote como te conozco, sé que va a ser así, pues te nos unes”, -finalizó. Yo me reí. “No nena, esa es tu fiesta, pero gracias por decirme”, -le dije y la abracé.

“Nos duchamos?”, -preguntó Anita. “Esperemos un momento, si no te molesta”, -le respondí subiéndome a su cama y acostándome a lo ancho sobre mi costado izquierdo-. “Es que cuando termino de tener sexo, procuro no limpiar el semen que me queda en mi cuqui o en mi culo porque me gusta aspirar el aroma a sexo que se desprende después de estar con alguien y con mayor razón, esta vez no va a ser la excepción”. Ella me miró complacida y comprensiva, y soltó una carcajada. “Jajajajajaja, y eso que me esmeré en limpiarte bien con mi lengua y además con mucho gusto”, -dijo ella mientras se acomodaba en la cama, de costado, quedando al frente mío. “Mañana cuando Julio te clave en la oficina prométeme que regresarás a tu escritorio con la entrepierna mojada de su leche y de tus jugos deliciosos, y me llamarás para decirme como te sientes”, -le dije en un tono que no aceptaba discusión. “Mmmm, me encanta la idea, y además con el panty todo metido en la cuca. Te lo prometo nena”, -respondió complacida. Que morbo el que manejábamos y que delicia poder hablar así con otra mujer sobre estas cosas. Me detuve a observarnos un momento: Ambas teníamos el pelo suelto, el de ella castaño muy claro sin ser rubio y el mío negro. Estábamos sin brassiere y solo con los calzones puestos. Dos diminutas tangas que apenas si lograban tapar algo. Las de ella negras y las mías blancas. Así, una al lado de la otra, en una actitud tranquila pero poderosamente provocadora para un observador desprevenido, sentí que éramos unas diosas, que estábamos divinas. Acaricié sus pezones con la palma de mi mano, con suavidad, casi que con sigilo. “Ahora si muñeca, de mujer a mujer, dime como la pasaste”, -le pregunté mientras me deleitaba sintiendo la consistencia de sus pezones, ahora con los dedos. “Ha sido espectacular, una delicia”, -dijo ella con el rostro iluminado por el recuerdo y la excitación que debía estar provocándole mis dedos en sus tetas- “estoy encantada por la vergota de Julio, tu cuqui tan rica y la clavada por el culo”.

Pude apreciar como se estremecía y suspiraba cuando hablaba. Y continuó diciendo: “La verga de Julio es una verdadera ricura. Me encantó su cabezota despejada y reluciente, las pelotas bien cuidadas, sin vello, los pelitos en el pubis bien arreglados, pero sobre todo me fascinó su grosor. Nunca había probado una verga así…”. Se detuvo a pasar saliva. Sus tetas subían y bajaban al ritmo de su respiración que se estaba acelerando. Se me estaba haciendo agua la boca de solo escucharla y sentir su calor corporal. Mis dedos siguieron trabajando en sus tetas. “Y de mi cuqui que te gustó?”, -le pregunté sobando sus pezones entre mis dedos. “Mmm, tu chocho es delicioso. Me excita que sea tan velludo, me fascina su olor, y tu clítoris me enloquece. Es todo paradito, hinchado, rosadito y fácil de encontrar. Adoro que te mojes tanto y tan rápido. El sabor y calor de tu venida me encantaron”. La cara de Anita estaba mostrando cada vez más signos de excitación. Estaba sonrojada y sus labios los vi más grandes. Sus pezones se me antojaron inmensos entre mis dedos. “Y la clavada por mi culo, ha sido la primera. Hoy me desvirgaron”, -siguió hablando con algo de dificultad- “Es una sensación maravillosa e incomparable sentir por fin una lengua húmeda y caliente, unos dedos ágiles y una buena verga, abriéndome el culo. Tenías razón en el cuidado que tuvo Julio. Desde hoy voy a procurar pedirle a mis parejas que me cojan por mi chiquito”, -terminó de decir muy agitada. La miré complacida. “Sabía que una mujer como tu iba a disfrutar el sexo anal”, -le dije presionando más sus pezones entre mis dedos- “yo al igual que tu, me inicié con Julio y cuando tengo su pene o a “Mancho”, mi vibrador, abriendo mi culo, sencillamente exploto de placer”. Acerqué mi boca a su boca. Rocé sus labios con los míos mientras seguía sobando sus pezones.

Estábamos muy excitadas. Ella rompió mi abrazo y me hizo señas con sus manos de que hiciera lo que ella estaba haciendo. Se volteó y quedo boca arriba. Entonces elevó la cintura y empezó a quitarse los calzones. El aroma a sexo que se desprendió inundó la habitación con una intensidad e insolencia deliciosa. Lo aspiré con lentitud, disfrutándolo pausadamente, sin prisa. Hice lo mismo, levanté mi cintura y deslicé mis panties hacia abajo. El aroma de ambos sexos se mezcló en el ambiente, logrando un efecto afrodisíaco contundente y perturbador. Quedamos las dos desnudas. “Ven y hacemos una tijera”, -dijo Anita excitada- “déjate guiar”. Nos sentamos en la cama una en frente de la otra, las piernas entrelazadas, nuestras chochitas rozándose. Mi amiga tomó un pequeño impulso y casi nos empotramos los sexos. Yo me estremecí y aproveché para colocarme mejor. Era increíble sentir como casaron cuca contra cuca, labio contra labio, muslo contra muslo y ambos clítoris uno contra el otro, pegaditos. Esto lo había visto en las películas porno y siempre dude que causara algún placer. Lo veía más como una pose provocadora que practica. En este momento estaba comprobando lo equivocada que estaba. Miré a Anita a los ojos buscando su guía. “Tranquila y déjate llevar”- me susurró. La zona de contacto estaba super-lubricada por nuestros propios jugos y los restos de semen de Julio. El placer era único, especial y perfecto. La dulzura y delicadeza del roce de nuestros clítoris era indescriptible, y sentía el mío y el de ella, erguidos, hinchados y mojados, encontrándose uno al otro en una caricia especial y sensual. Me dejé llevar sintiendo el movimiento de Anita, quien era la que llevaba el ritmo. Yo empecé a sincronizarme con ella y me aceleré un poco por lo caliente que estaba. “Tranquila nena, suavecito”, – me dijo en un susurro mirándome con picardía.

Nuestras caderas unidas por el acople perfecto de nuestras cucas, se elevaban con cada empuje, en un movimiento armonioso y constante. Miré hacia nuestros sexos y la imagen de mi cuqui tan velluda unida a la de Anita casi sin vello, aceleró mi pulso y la fuerza de mis movimientos. Los ojos de mi amiga seguían fijos en mi, como queriendo detallar mis reacciones. La excitación era demasiado fuerte y no aguanté más: Incliné mi cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, la boca abierta y dejé escapar gemidos que indicaban mi placer. Me llegó el primer orgasmo y los demás llegaron como en olas. Me sentí como un volcán en constante erupción. Pude escuchar los alaridos de Anita anunciando su orgasmo y literalmente, sentirlo inundando mi vello púbico. No creí que se pudiera gozar tanto en esa posición. Caímos extenuadas en la cama. “Necesito descansar”, -gimoteó ella. Duramos un tiempo sin romper el acople de nuestras piernas y sexos, mientras recuperábamos el aliento. “Huele, nena, huele”, – le dije mientras aspiraba ese aroma de sexo inconfundible. Nos quedamos así un momento más, disfrutando el “bouquet” de nuestras cucas y orgasmos. Al rato y como pude, me deshice del abrazo de nuestras piernas, la besé y la invité a un duchazo. “No me puedo levantar”, -exclamó Anita- “es en serio. Estoy rendida”. Me reí, la besé en la boca, recogí mis calzones y salí hacia mi alcoba.

Al día siguiente estuve pendiente de la llamada de Anita en la que debía informarme como la había clavado Julio. Realmente estaba intrigada por saber los detalles, pero me aguanté las ganas de llamarla a ella o a él. Estaba excitada ante lo que sabía, debía estar pasando en esa oficina con mis dos amantes. Me sentía inquieta y no lograba concentrarme, por lo que decidí salir una hora antes del final de la jornada hacia el apartamento. Llevaba la firme intención de masturbarme al llegar y descargar la excitación contenida durante el día. Abrí la puerta del apartamento y enseguida escuché los gemidos de Anita y la voz de Julio. El corazón me dio un vuelco y sentí que mis calzones se humedecieron sin control por causa de la conversación entre ellos. “¿Te gustaría tener varias vergas para ti, zorrita mía?”, -le preguntó él. A lo que ella respondió con una mezcla de jadeos y gemidos que aumentaron mi incontenible excitación. “¡Siiiiii, mi muñeco, varias vergas, lo que tú quieras!”, -gritó Anita con desesperación. Me dirigí a la habitación de mi amiga, que era de donde provenía la acción. La puerta estaba abierta y me quedé de pie, en el umbral, apreciando toda la escena: Estaban los dos acostados de medio lado a lo largo de la cama. Julio colocado detrás de ella, le tenía la pierna izquierda levantada y la tenía clavada por el culo. Desde donde yo estaba podía apreciar perfectamente su miembro entrando y saliendo del agujerito de ella, sin dificultad. Anita mientras tanto, se esmeraba en chupar su consolador que tenía en una mano y en acariciarse su clítoris con la otra mano, la que mantenía al mismo tiempo su panty blanco corrido hacia un lado, para facilitar el empuje de la verga de él. Sin embargo, con cada embestida de Julio, a ella se le desacomodaba la verga artificial de la boca.

“No dejes de mamar, puta”,-le dijo él- “mantenla adentro, sigue chupando y lamiendo”. Mi amiga, entre gemidos, volvió a acomodar el aparato en su boca y lo movió en un mete y saca enérgico. Yo estaba en una arrechera enorme y de mi cuqui estaba emanando literalmente un manantial de líquidos sexuales, que la tela de mi tanga no podía contener, porque sentía pequeñas gotitas rodando por el interior de mis muslos. Anita hacia un esfuerzo por recibir la clavada y al mismo tiempo mamar su juguete. Yo me acerqué hasta ellos y me subí la falda hasta la mitad de los muslos para poder encaramarme en la cama. Julio me vio y me mando un beso. Anita tenía los ojos cerrados y no se había percatado de mi presencia todavía. El la seguía pistoneando y alentando: “Eso muñeca, muy bien,!!! Eso, así!! Lo haces bien”. “Déjame ayudarte amiga”, – le dije a Anita mientras le cogía el juguete. Ella abrió sus ojos complacida y me lanzó una amplia sonrisa. “Mi amiguita quiere más vergas?”, – le dije y empecé a juguetear con la verga artificial por su cara para que ella la siguiera y se esforzara en atraparla con su boca. La enculada que le estaba dando Julio, combinada con el consolador que yo movía por su cara, le hacían abrir la boca instintivamente y más que gemir, gritó diciendo: “Siiiiii, quiero más vergas para mí, quiero vergaaas!”.

Le metí el aparato en la boca, poco a poco. “Muy bien nena, así es, disfruta” – le dije- “y sincroniza todos tus movimientos de la mamada con la clavada. Es instintivo”. Efectivamente, empezó a cogerle el tiro al asunto y sus movimientos pélvicos ahora no impedían que pudiera seguir con la verga en su boca. Me la arrebató de mi mano y empezó ella a controlar el movimiento del juguete en su boca. “Siii, me gusta así, dame más duro corazón, quiero otra verga!”, -le dijo a Julio con algo de dificultad y al borde del éxtasis. El arreció sus embestidas anales. La cuca de Anita estaba bien abierta y se veía totalmente humedecida por sus jugos íntimos. El movimiento de ambos estaba incrementándose, así que le quité el juguete de su boca a mi amiga y coloque su punta en la entrada de su chocha. Julio, que adivinó mi movimiento, se quedó quieto para facilitar la penetración. El juguete lo empujé con cuidado y lentitud, sintiendo como las paredes de ese sexo abrazaban a ese magnifico intruso y la excesiva lubricación vaginal facilitaba la penetración. Anita se pasmó apenas sintió la cabeza del aparato abriéndose paso en su cuqui. Quedó totalmente paralizada. Sus manos se cerraron sobre las sabanas y la cabeza de Julio, y su cara mostró un gesto combinado de sorpresa y de placer, acompañado de una sonora exclamación a medida que yo empujaba el consolador hasta el fondo: “¡Aaaaahhhhhh!!! Si, así, así, hasta el fondo. Ambas vergas hasta el fondo!!!!”, – gritó Anita. Julio y yo nos miramos y empezamos a movernos en una sincronía perfecta. El perforándole el culo y yo encargada de su sexo que sentí iba a explotar de placer en cualquier momento. “Siiiiiiiii. Denme más duro, Ohhhhhh, así, asííííííí. No paren!! No paren que me vengoooooooooo!!!”, – daba alaridos Anita. Moví el aparato con más velocidad y Julio aumentó el ritmo de su clavada. La situación en proceso me tenía cada vez más excitada y acerqué mi cabeza hasta su sexo, para comerme su clítoris que estaba hinchado y majestuoso. Lo envolví con mis labios y mi lengua la moví con agilidad a su alrededor. Inmediatamente al contacto con mi boca, los movimientos de cadera de Anita aumentaron en intensidad y fuerza. Su voz se quebró en una serie de gritos largos y cortos. Mi mano continuó manejando el consolador con energía y sentí a mi amiga mover frenéticamente sus caderas hacia delante y hacia atrás para clavarse ambas cosotas hasta el fondo y recibir al tiempo el favor de mi boca. Sentí como el consolador fue apretado con fuerza casi salvaje por sus paredes vaginales y pude ver como salía cada vez más mojado por su orgasmo intenso, que parecía ser inacabable.

Anita lanzó una exclamación de placer y se dejó caer sobre la cama totalmente temblorosa y respirando agitadamente. Estaba atornillada por lado y lado, así que saqué con delicadeza la verga artificial de la que escurría con lentitud un líquido cristalino y denso. Mantuve mi boca y lengua pegadas a su sexo durante todo su orgasmo y la despegué cuando sentí que pasaron sus estertores de placer. Yo estaba muy caliente y miré ese aparato con ansias, con deseo y sin pensarlo mucho, me lo metí en la boca para chuparlo, lamerlo, limpiarlo… Y así de rodillas como estaba, me subí más la falda, que por su corte angosto estaba a la altura de la parte media de los muslos, separé más las piernas y llevé el juguete hasta mi gruta que ansiosa lo esperaba. Corrí el panty hacia un lado y me metí ese consolador hasta el fondo de mi cuqui, que lo aprisionó con fuerza. Lo moví con energía, con rapidez, buscando un orgasmo sanador, que me bajara la excitación y la calentura que me consumían. Cerré mis ojos y me abandoné a mi placer y a una venida que llego rápida, cálida y abundante. Julio sacó su miembro del culo de Anita. El no se había venido y su verga estaba todavía plena y dispuesta. Le dio una palmada en las nalgas a mi amiga y la apuró: “Arréglate muñeca que ya debe estar por llegar John”. Lentamente saqué el instrumento de mi sexo y Anita se me acercó y lo cogió para limpiarlo con su boca. Me dio un beso delicioso. La miré interrogante. “Nena es que hoy le dije a Julio que quería hacer el trío con dos hombres”, -me dijo- “porque después de lo que hablamos ayer las dos, no quería dejar pasar más tiempo”. Julio estaba detrás mío y me sobaba las nalgas por encima de la falda. “No hicimos nada hoy, aparte de dedicarnos a conseguir al tipo preciso”, -dijo Julio- “y finalmente Anita se decidió por John, un viejo amigo de la universidad que estudió con ella y con él que tuvieron buen sexo.” El dato me tranquilizó, porque no me sentía muy bien pensando en que clase de tipo iba a venir a mi casa. “El siempre me decía que tuviéramos sexo sucio y duro”, -dijo mi amiga- “y yo le respondía, haciéndome la indignada, que como se le ocurría. Pero gracias a él tuve mi primera experiencia con otra mujer”. Yo estaba emocionada y besé a Julio. “Ten la certeza que no iba a meter a nadie desconocido en tu casa”, -me tranquilizó Julio- “almorzamos con él y definitivamente John será de tu agrado”.

“El tipo está riquísimo”, -agregó Anita – “y lo citamos de una vez. Pero era necesario entrenar antes…”, -terminó diciendo con un gesto coqueto. “Me parece perfecto”, -atiné a decir soltando una carcajada- “así que nena, alístate y yo preparo la cámara para filmarte”. Julio dijo que se encargaba de la cámara, así que me dediqué a ayudar a Anita en su arreglo. Mientras ella se bañaba, yo alisté la ropa que iba a ponerse. “Quiero la falda corta azul oscura”, -me dijo desde la ducha- “unas medias negras a mitad de muslo como las que tu tienes puestas, y el juego de calzones y brassier negros que me compró Julio para esta ocasión, que están en la bolsa sobre el sillón. El me dijo que a ti te gustarían”. Busqué las prendas y las puse sobre la cama. El brassier era una belleza, con una copa lisa con borde en encaje y ojalillo. El panty era diminuto, con un encaje que hacia juego con el brassier, con dos tiritas en cada costado y en la parte de atrás, una sola tirita que se dividía a lo largo por la mitad, dando la sensación de que eran dos tiras delgadas separadas. Así facilitan la penetración, pensé, porque solo hay que separar las tiras a lado y lado y ya. Yo estaba a estas alturas muy expectante por el desarrollo de la situación y por lo que sabía, estaba por venir, que no era otra cosa que la materialización de una fantasía sexual de vieja data, en la que si bien no iba a ser protagonista, si iba a estar como observadora privilegiada en primera fila. “Y encima que te vas a poner?”, -le pregunté al darme cuenta que no me había dicho nada acerca de la blusa. “Nena, la blusa color naranja que está doblada encima”, -respondió.

Sentí a Julio detrás mío, sobando su tolete contra mi trasero. Me besó el cuello con suavidad. Yo me estremecí. “En tu cuarto hay un regalo para ti”, -me dijo mientras sus manos acariciaban mis muslos por debajo de la falda. Su mano derecha llegó hasta mi sexo y me acarició por encima del panty. Obviamente, le quedó mojada y se la pasó por su cara, por su boca y la lamió. Eso me encanta y sé que a él, mi olor lo enloquece y lo descontrola. Me volteé para mirarlo y besarlo con frenesí. Sus manos se pusieron sobre mi trasero, abarcándolo completamente. “La cámara está lista sobre su trípode en la sala”, -me dijo- “solo tienes que oprimir el botón y ya. John esta de acuerdo en que filmemos”. Le cogí la mano y me dirigí a mi alcoba con él. Quería ver su regalo. Sobre la cama vi tres juegos de ropa interior. Eran del mismo modelo que le había comprado a Anita, pero en colores distintos: blanco, vino tinto y café oscuro. Julio se colocó detrás mío y nuevamente empezó el delicioso roce de su pene contra mi trasero. Me dijo al oído muy suavemente: “Mira cada juego de ropa”. Intrigada, levanté el juego blanco. Debajo de él estaba un anillo con una perla preciosa. Levanté el vino tinto y encontré un juego de aretes de perlas divino. Y levanté el juego color café oscuro y había un hermosísimo collar de perlas. Como todo lo de Julio, tenía su sello de buen gusto. “Esto es por hacer realidad mi fantasía. Gracias por ser tan divina, tan complaciente, tan puta. Mi puta”, -me dijo muy quedo al oído desde atrás y sin dejar de restregarme su miembro- “y porque eres la única mujer que amo”.

Esta última parte la dijo acentuando sus palabras. Estaba claro que él quería reafirmar que yo estaba por encima de cualquier otra consideración. Me deshice de su abrazo y me giré para mirarlo, y confirmarle con mis besos y caricias que lo amaba. “Ha sido con el mayor de los gustos, mi amor. Todo está precioso. Te amo. Soy tuya y lo sabes”, – le dije. Lo miré con coquetería y me probé los aretes. “Quieres que estrene las joyas y la ropa interior hoy con John y contigo? Te gustaría?”, -le pregunté a la vez que me pegaba más a él. Julio me miró sorprendido. “Si John me gusta”, -le dije con picardía cerrando y abriendo un ojo rapidamente- “me colocaré las joyas para lucirlas mientras me clavan los dos. Eso si: cuando se vengan en mis tetas, deben tener cuidado de no salpicar el collar”. Lo besé con frenesí, con ansías como para que entendiera que estaba hablando en serio. Era conciente de lo que estaba provocando en Julio y me complací sintiendo su pene duro como un poste. En ese momento entró Anita. Estaba hermosa, impactante y muy provocativa. Cuando logró nuestra atención se dio media vuelta para lucir lo que llevaba puesto. “Estás divina”, – le dije- “deja ver como te quedan los calzones nuevos”. Con un gesto de coquetería exquisita, meneando cadenciosamente sus caderas, se levantó poco a poco la pequeña falda y pudimos apreciar su sexo cubierto apenas por la diminuta prenda. Julio y yo pasamos saliva al mismo tiempo. Se giró y nos ofreció el culo. Sus dos manos se posaron en las nalgas y las abrieron. La pequeña tira trasera del panty se divisaba perfectamente entre sus nalgas. Ella alargó la mano y separó con sus dedos la tirita en dos. Quedó una tira a lado y lado y por ese espacio se podían apreciar sus dos agujeros. “Por este espacio”, -dijo Anita señalando con sus dedos y moviendo las caderas en redondo- “deben caber las dos vergas para la doble penetración”. Alargué una mano en señal de que se acercara a nosotros. Julio le acarició la cola y yo la besé en la boca. Nos recorrimos mutuamente nuestros labios con las lenguas. Julio nos atrajo hacia él con fuerza, imponiendo sus manos en nuestros culos. Nos besó a cada una con desenfreno.

Sonó el timbre de la puerta. Anita se estremeció. “Yo abro”, -dijo Julio y salió de la habitación a recibir a John. Yo estaba ya caliente y sentí que mi amiga también. La abracé y suavemente le pregunté al oído: “Lista para disfrutar a dos tipos?” Anita se pegó más a mi cuerpo. “Sí Dina, quiero tenerlos ya, coger sus vergotas, meterlas en mi boca y chuparlas sin parar”, -me respondió con placer evidente. “Entonces ve y goza amiga. Es tu fiesta”, – le dije mientras imaginaba como sería John y pensaba cual de los juegos de ropa interior nuevos me pondría para estrenar mis joyas hoy.

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