De niño, Halloween me la pelaba. Ahora que soy mayor, me la pelo con Halloween. Porque es la noche en que parece como si unos espíritus malvados se apoderaran de chicas amateurs inocentes y les cambiaran las ondas cerebrales, eliminando todo atisbo de moralidad y pudor a la hora de elegir sus disfraces. O eso o que Halloween les sirve como excusa para ir de putones verbeneros, para ponerse ese disfraz porno que se compraron un día y que no encajaba ni en carnavales ni en las fiestas de disfraces del pueblo. Pero en Halloween, con aquello de infundir estupor, todo vale. Y nosotros que nos alegramos, por supuesto.

Así se nos presenta un atajo de teens desnudas  (o casi) por la calle, como amenazantes, como en busca de sexo amateur, de follar con desconocidos. Su mirada lasciva e inquietante parece querer olvidar el ñoño y típico “¿Truco o trato?” y cambiarlo por un “¿Me follas o te follo?”. No hace falta decir que, ante semejantes jovencitas con sed de sexo, se amontonan largas colas (de gente, malpensados). Chicos de todo tipo y condición que sacan sus cámaras para hacer fotos caseras como las de este post y colgarlas en Internet o guardarlas para cuando tengan un rato a solas con su ordenador y su papel higiénico.

Si eras de los que no le encontraba la gracia a esta costumbre yanqui, ahora ya tienes un motivo para cambiar de opinión. Por mí que así siga esta tendencia y que algún día podamos decir que, más que la noche de los muerto vivientes, es la noche del porno amateur a raudales.

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